NATALIO ARTIGAS PUJOL, ITINERARIO DE UN DESCONOCIDO

Centro Cultural Recoleta | Buenos Aires | 1994

TRADICION

La palabra tradición (en latín, traditio: “acto de transmitir” ) viene del verbo tradere, hacer pasar, dar, entregar, tiene pues un sentido general de “transmisión”.

Pero la palabra tradición no se reduce a la simple conservación y transmisión de lo adquirido anteriormente. En el curso de la historia, la tradición “hace ser de nuevo lo que ha sido.”

 

El acto de transmitir y el acto de inventar constituyen dos operaciones específicamente humanas, al conservar y trasmitir lo que una comunidad sabe, se “recrea” a sí misma y “hace ser de nuevo”, tanto lo que ha sido como lo que quiere ser.

 

INTRODUCCIÓN

Siempre me animaron las historias de los hombres de aventura, recorrer las indecibles peripecias de aquellos individuos, me acercaba a mis sueños y a mis propias ansias.

La historia está llena de estos hombres que construyeron con su ingenuidad y su codicia las páginas más increíbles de nuestro breve paso por el mundo, cada uno de ellos, dejando su pequeña o gran marca. Pero están también los otros, los que dejaron apenas una estela tan leve, que seguir sus pasos es como rastrear los senderos olvidados que el tiempo se ha encargado de borrar.

Senderos que intentaron convertirse en rutas, en señales y que hoy atestiguan la inquietante búsqueda de certezas nunca halladas.

Buscando nuestros propios sueños, descubrimos estos caminos que vuelven a despertar en uno, el inquietante sabor de la aventura.

Pero ¿de qué consta la aventura que puebla nuestros deseos de internarnos en aguas desconocidas? Ya resulta hasta difícil imaginarse un rincón de nuestro mundo que no se encuentre hollado por los pies civilizados, que no hayan roto la inigualable transparencia de un secreto casi virgen.

Y sin embargo vamos tras el mar de nuevos territorios, no ya de geografías sino de sensaciones...buscando el extremo que nos revele la magia de la vida.

 

Estos documentos forman parte de esos sueños.

Nos llevan a esos territorios donde todavía es posible lo inaudito. Nos muestran historias que fueron sueños y sueños que hicieron historia.

El recoger, ordenar y publicar estos documentos no tiene otro fin que el de volver a despertar esos sueños.

Son testimonio de la incansable lucha del hombre por construir su presente y darle un sentido que lo lleve hacia metas más altas, donde todo comienza a tener sentido por el simple hecho de intentarlo.

A través de los siglos, las más diversas tradiciones recogen las historias de los que nos antecedieron, y hoy forman parte de las más variadas formas de leyendas y relatos. Muchos de ellos esconden historias verdaderas. Otros se mueven en las inquietantes aguas de la imaginación.

Pero en todas se destila el deseo de construir algo nuevo, de edificar una tradición que nos recomponga y nos diga de dónde venimos y hacia dónde vamos.

 

MITO Y REALIDAD

Cuando llegaron a mis manos las primeras fotos de Natalio, no podía dejar de imaginar el alcance que tendría tratar de hacer un dibujo más claro de su imagen. Su historia se fue configurando junto con la de nuestros abuelos, aunque Natalio encerraba el anhelo del colono, del expedicionario, del aventurero que hurgó en los confines de esta tierra.

Pero la diferencia es que se adentró en los territorios de la ficción y la ciencia. Sus herramientas no dejaron de ser imaginativas.

Durante una de mis estadías en Montevideo, recabando información sobre su trabajo y su historia, hallé sin esperarlo, más de lo que imaginaba.

Su trabajo, recopilado en sus últimos años de vida, se hallaba cuidadosamente dispuesto en varias cajas, encarpetado y con un prolijo índice, y escrito a mano.

Los habitantes de la vieja casona que fue alguna vez su hogar, conservaron los documentos a la espera de que alguna institución los aceptara.

Nuevamente el destino se cruzó para evitar su inevitable pérdida, y a juzgar por viejas fotografías de su estudio, las reconstrucciones por él realizadas se han perdido para siempre, pero sus manuscritos, documentos, dibujos y mapas conforman una de las páginas más sabrosas de nuestra historia.

El siguiente capítulo se iría reconstruyendo en el Archivo General de los Ferrocarriles Argentinos del Sur, donde es posible seguir sus pasos en uno de los períodos más oscuros de su vida.

Apenas algunos fragmentos que lo conectarían, definitivamente, con su estancia en la patagonia y que ayudarían a conformar una de sus más discutidas teorías.

Su historia podría ser una de muchas.

Nuestro pasado se desdibuja y se reconstruye a través de nuestra memoria. Y así, nuestro pasado termina siendo lo que nosotros hacemos de él. 

Nuestro deseo por reconstruirlo, no es sino una forma más de volver a tejer la trama que nos construye. Los hilos que la conforman se destiñen con el paso de los años pero definen lo que somos y nos hablan de lo que intentamos ser. 

Estos son los documentos encontrados de Natalio Artigas Pujol. Su existencia en cambio, ya forma parte de un mito.

 

Leonel Luna

 

Natalio Artigas Pujol, 1894-1959

Hijo de un acaudalado caudillo Oriental de origen catalán y madre veneciana, se instaló por estas márgenes del río hacia mediados de 1908, en compañía de una tía y su pequeño hermano, que moriría de fiebre amarilla un año más tarde.

 

Su padre le financiará los estudios en Europa, pudiendo así Natalio instalarse en Paris (1912) donde visita los salones del Museo Británico. En uno de sus reiterados paseos por Londres, queda profundamente impresionado por los vestigios arqueológicos egipcios. De allí en más, comenzaría una importante carrera, que aunque será injustamente ignorada, no deja de asombrarnos por la audacia con la que exploró el campo de las ideas que escandalizaron a ciegos colegas de espíritu victoriano.

 

Pero fue en Paris donde conoció y estudió los trabajos que había realizado August Le Plongeon en tierras mexicanas (1826-1908) y no tardó en adherir a las teorías expuestas por el inglés Churchward (1850-1936), quien por ese entonces publicaba su segundo libro “Los hijos de Mu” (1931). En su primer trabajo “El continente perdido de Mu” (1930), daba cuenta del gran continente sumergido de Mu, situado entre América y Asia, con su centro un poco al sur del Ecuador.

 

Las teorías de Churchwar que iban desde el terreno arqueológico, pasando por la antroposofía con elementos de la masonería, dejaron en el joven Pujol el impulso latente que desarrollaría en Sudamérica unos años más tarde.

Durante su estadía en Montevideo, vuelve a tener contacto con su viejo amigo Juan Ramírez Torres, oriundo de Tandil y con quien mantenía nutrida correspondencia, quien lo invita a su casa de campo en la sierra. Pujol acepta e inicia su recorrido por las sierras bonaerenses y por la región patagónica oriental y la región de los lagos de la cordillera Chubutense, buscando datos sobre el antiguo mito de la “ciudad de los Césares”. 

Pujol da con lo que cree son los rastros de una antigua civilización, descendiente bastarda de la tercera migración de Mu. 

Realiza sus primeras excavaciones y relevamientos hallando primitivas construcciones de piedra, sin ligamento, de variadas formas circulares continuas. 

Encuentra restos cerámicos de gruesa factura pero demasiado deteriorados para su reconstrucción, sugiriendo configuraciones zoomorfas que reiteran aleatoriamente figuras como las de roedores y camélidos, aventurando así arriesgadas hipótesis. 

Regresa a Buenos Aires donde busca sin éxito fondos para financiar más excavaciones.

Ya antes, muchos autores habían formulado hipótesis de la existencia de civilizaciones sumamente desarrolladas que existieron con anterioridad a los Incas, Mayas u Olmecas. Pero al no haber constancia histórica de períodos tan lejanos, ni un sistema preciso para datar los restos, estos relatos quedaron flotando en un limbo entre la realidad y la ficción. 

Sin embargo, “su evidencia acumulada tiene tanta significación que no puede ser ignorada”, escribió en su libro de notas hacia 1929. Para la misma época, describe en Tandil un área relevada de alrededor de 52 km2, demarcando una configuración cosmogónica que demostraría la utilización de conocimientos astronómicos totalmente desconocidos para sus probables contemporáneos Puélches. 

Según sus datos, los “Chechen-het”, conocidos por los blancos hacia fines del siglo pasado, solo serían un puñado de aquellos antepasados de los cuales sólo recordaban viejas y desvaídas leyendas, consumidas con las últimas masacres en la zona de Ventania, (Pcia. de Bs. As.).

A mediados de la década del treinta, Pujol es empujado por la crisis económica a trabajar en los Ferrocarriles Nacionales, gracias a su tío (ingeniero destacado en la construcción del ramal patagónico del entonces Ferrocarril del Sud, hoy Ferrocarril Roca), con el cargo de sub-intendente de provisión ferroviaria. Aprovecha la oportunidad de establecer contacto con los indígenas de la región de la actual Estación Ing.Jacobacci, de donde recoge testimonios que hoy constituyen un gran valor antropológico, y que utilizaría en defensa de sus teorías sobre la antigua civilización descendiente de Mu.

Las penurias económicas y la enfermedad que aquejaba ya a su anciano padre, le hacen regresar a tierras orientales, donde escribe y desarrolla su trabajo de investigación que nunca fue tomado en cuenta por el mundo científico, en parte al no encajar con las ideas preestablecidas, pero también porque sus teorías fueron aprovechadas por medios sensacionalistas que terminaron por desacreditar sus logros.

Hasta que al fin llegaron noticias sobre los increíbles hallazgos del escocés William Niven en tierras mexicanas, que probaban las afirmaciones de Churchward sobre el continente que dio origen a algunas de las civilizaciones que luego se extendieron por todo el Globo (más tarde se confirmaría que esos hallazgos habrían sido un fraude).

Contando con capital heredado de su padre, se instala en Bs.As., donde las afirmaciones sobre sus hallazgos son estimadas. Decide financiar él mismo sus investigaciones mientras paralelamente envía detalles de sus trabajos al Instituto de Etnología de la Universidad de París, sin recibir jamás respuesta alguna. 

A través de un buen amigo de su padre que poseía tierras en las cercanías de Tandil, se instala en la estancia de Santiago Gorostiarena que le invita especialmente.

Rico, hijo de estancieros de la provincia de Buenos Aires, Gorostiarena es afecto a las tertulias con los más variados personajes de aquel entonces. Educado en los mejores colegios de Bs. As. y cultor de las artes y las ciencias, gustaba de escuchar las más fabulosas historias.

Además de pertenecer a una Orden Masónica Francesa, tenía en Pujol a un interlocutor de su calibre. A sus veladas solían asistir otros “protegidos” a quienes Gorostiarena patrocinaba en más de un proyecto. 

Pujol encontró el apoyo moral y económico necesario para continuar su empresa respaldado por Gorostiarena y un amigo de éste, el alemán Adam Sonnenschein, quien diseñó un aparato que medía las emisiones radiestésicas que en la zona parecían tener cotas elevadísimas. 

El aparato de Sonneschein con su contador de centelleos, detectaba sobre todo la radiación “dura” de mayor frecuencia que tiene un alto poder penetrante y en especial, las emisiones de neutrones. En primer lugar detectaba la radiación de fondo y al trasportarla mediante sus ruedas por la zona a estudiar, iba registrando cualquier variación de radiación existente. Sonnenschein llamó a su aparato Cadactrón. Con esta nueva tecnología podrá realizar mediciones mucho más precisas que usando las tradicionales “varas del zaorí”, logrando detectar “altas zonas magnéticas “ en sitios arqueológicos anteriormente excavados y descubre nuevos “enclaves radiestésicos” que no tarda en investigar. 

En una carta dirigida a su amigo Armin Bickel dice: “no dudo que los anteriores trabajos que venía desarrollando no son sino una muestra de algo muchísimo más grande que recién empiezo a intuir”. 

Pero para fines de 1938, Pujol entusiasmado con su proyecto había dilapidado su magra fortuna y Gorostiarena, acosado por juicios familiares, hacía ya tiempo había dejado de financiar sus experiencias. 

Angustiado y sintiéndose incomprendido, se refugia durante 8 meses en un monasterio trapense en el pueblo de Azul.

Luego, de regreso en la ciudad de Buenos Aires, subsiste penosamente dando conferencias y publicando en la revista “Atlántida”, notas y artículos con diferentes seudónimos en los que da cuenta de sus teorías e investigaciones. 

Vive luego en la casa de un tío materno en la localidad de Buratovich (Pcia.de Bs As.) al sur de Bahía Blanca, desde donde planea encontrar los rastros de los viejos caminos utilizados por las huestes Tehuelches para arrear el ganado robado hacia Chile, ruta obligada que se trazaba desde las sierras de Bs.As., y que eran utilizadas también como refugio y abrigo.

A mediados de 1945 recibe apoyo de la Sociedad Catalana de Bahía Blanca para lo que sería su última campaña: relevar en la zona de tandilia más de 45 nuevos yacimientos radiestésico-arqueológicos, rescatando diversos fragmentos cerámicos imposibles de reconstruir.

Debido a un incidente, durante el viaje de regreso realizó bocetos reconstructivos hipotéticos de sus hallazgos y clasificó cada una de las áreas en cartografía oficial. 

A principios de la década del cincuenta, sus escritos y teorías se abarrotaban desprolijamente en su estudio.

 

Con una modesta pensión y viviendo en la casa de su primo hermano, se dedicó a completar las ideas que finalmente lo dejaron solo y en la vieja casa de Montevideo, donde murió a la edad de 65 años.

Natalio Artigas Pujol. Itinerario de un desconocido

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida

 

Marcación 1

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida


Marcación 2 

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida

 

 

Círculo ceremonial en el cerro Pirquitas, con eje desplazado

hacia el poniente 32•5’, Chubut

Medida: 18x13 cm / Foto toma directa intervenida


Medición topométrica sobre el lateral derecho del Módulo Nº. 6 sector B

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida

Margen al sur del lago Menéndez desde la ladera del cerro Verde

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida


Círculo ceremonial con vara topométrica

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida

Círculo ceremonial en el cerro Pirquitas, Chubut

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida


Construcción primitiva de una longitud de 8 metros

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida

Sitio exacto de long. magnética por péndulo sobre el círculo ceremonial

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida


Vista del conjunto La pacífica (nótese la disposición radial)

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida

Grupo de repositorios cerrados y superpuestos Secc. 2 del grupo La Pacífica

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida


Cascada sobre el río Césares (campaña de 1928)

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida

De ratrillaje

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida



N. A. Pujol en su estudio de Montevideo (1929)

Medida: 18x13 cm

Foto toma directa intervenida

Estanislao Miliyo y Eustaquio Pagés retratados por Pujol poco antes de la depresión de los años 30

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida

Extrapolaciones en la terraza Nº 9 Sector 3 Las Animas

Medida: 13x18 cm

Foto toma directa intervenida



Dinergia de sitio Nº 322

Medida: 50x40 cm

Heliografía, tinta y lápiz

Traspolación estelar de sitio

Medida: 50x40 cm

Heliografía, tinta y lápiz

Planta de sitio La Pacífica (todos los sitios)

Medida: 35x35 cm

Heliografía, tinta y lápiz



Sitio La Pacífica

Medida: 50x40 cm

Heliografía, tinta y lápiz

Configuración antropozoomorfa

Medida: 35x35 cm

Heliografía, tinta y lápiz

Figura antropozomorfa

Medida: 90x90x1.40 cm

Poliuretano y madera



Vitrina objetos varios

Cadactrón usado por N. A. Pujol

Detalle vitrina Mapa Estelar



Detalle vitrina

Fragmentos cerámicos hallados por N. A. Pujol

Hallazgo y reconstrucción



Objetos personales de N. A. Pujol

Reconstrucción hipotética antropozoomorfa

Reconstrucción hipotética según diagramas



Vista de sala Centro Cultural Recoleta